Una acumulación progresiva de maleza y basura le dan un aspecto de vertedero abierto en plena formación.
Su mediana central separadora, de 9.9 metros, previstapara una ampliación futura a tres carriles por sentido de circulación, con propósito de un tramo de seis carriles en total, ahora acumula malezas que crecen y se amplían y hace de acumulador de piedras y arenas, escombros, basura, papel, cartón, plásticos, trozos de metales retorcidos, tajaduras de neumáticos, alambres y, para colmo, animales muertos arrojados allí por desaprensivos o arrollados por el golpe de metal de vehículos.
Todo eso ocurre en sus 27 kilómetros de longitud, a través de cuya capa de rodamiento de dos carriles, para cada sentido de circulación, se calcula un tránsito promedio de aproximadamente 11,500 vehículos diario.
Otro problema visible son los protectores laterales de metal, despedazados o arqueados por accidentes de vehículos, que han terminado en esas condiciones por falta de reparación o reemplazo.
Mientras tanto, en los márgenes de la carretera y sus enlaces hacia los asentamientos habitados del contorno se manifiesta también la pérdida de lucidez inicial, cuando el presidente Leonel Fernández inauguró esa obra de infraestructura vial, el miércoles 15 de septiembre del año 2010. Dando esas mismas señales empezó, hace varios años, el desplome de la carretera 6 de noviembre, abandonada en su mantenimiento, corroída por una erosión que empezó en su centro libre, siguió a través de sus bordes, obstruyó los desagu¨es por acumulación de tierra, lodo y desechos reciclables, terminando con daños costosos a su capa de rodamiento.
Pérdida gradual
Así anda ahora el tramo San Cristóbal-Baní, en sus 28 kilómetros de longitud, en una advertida primera fase de pérdida gradual, como ocurrió con la 6 de Noviembre y otros tramos del país, que luego costaron más gastos al Estado, en reparación de daños o inicio de total de las vías cuando las destrucciones fueron totales.
El Estado adjudicó, en agosto de 2001, a la empresa Consorcio Vial Dominicano la concesión administrativa en régimen de peaje de la carretera Baní-San Cristóbal, cuyo alcance de concesión establece, entre otras cosas, la provisión de servicios de mantenimiento y seguridad vial de la red Santo Domingo- San Cristóbal-Baní, incluyendo la proyectada adición de dos carriles y su circunvalación.
En sus primeros 13 meses de servicio, esta vía no ha tenido mantenimiento, siendo un factor de peligro, degradación de la vía y pérdidas irreparables de la inversión.
AUSENCIA DE LA POLICÍA DE CARRETERA EN LA VÍA
Otro problema es la escasa vigilancia de la policía de carreteras, otro agente de riesgo para los ciudadanos en tránsito por este enlace de comunicación entre el sur y la capital del país.
El robo de toperoles fluorescentes, bien conocidos como “ojos de gato”, insertados en la cama de asfalto, ha sido frecuente.
Este acto de ratería no ha parado porque en esa ruta la vigilancia es nula.
Igual ocurre con el entorpecimiento del tránsito cuando conductores de motocicletas cruzan impetuosamente la vía o transitan en dirección inversa en busca de pasajeros o diligencias personales.
Poco a poco, ese descuido y la tolerancia a dejar a gente de las áreas circundantes ocupar las franjas de estos espacios para instalar andamios para negocios, otros instalan varas cortadas de árboles de los que encajan redes cargadas de electricidad que cruzan entre extremos de la carretera para llevar luz a sus casas.
Esto último es visible próximo al puente Lucas Díaz, sobre el río Nizao. La única estructura de cobro de peaje hacia y desde el sur del país está situada a poca distancia del área de Pintura. El dinero que recaudan estas fuentes debe estar destinado a financiar la construcción, operación y mantenimiento de infraestructura vial, tales como carreteras, túneles y puentes.