Ante la ocurrencia de hechos abominables en nuestra
sociedad, es frecuente oír en boca del Pueblo Llano la afirmación: “El Diablo
anda suelto”. Sin embargo, quienes se precian de haber cultivado cierto nivel
de formación, ante esa u otra expresión, suelen pensar que la gente es
exagerada o que aún permanece apegada a creencias sin lógica fundamentación.
Pero dicen también por ahí que “La sabiduría popular
nunca hay que despreciar”. Es por tal razón que en cuanto a mí respecta, admito
que en mi barrio, en mi pueblo o tal vez en mi país es verdad, el Diablo anda
suelto.
Fue el Diablo, o, cuando menos, un hijo del Diablo,
quien mató a Yulenz Thomas. El Diablo, ese ser mitológico para algunos y muy
real para muchos, secuestró a Yulenz, lo torturó, lo golpeó una y mil veces y
luego lo condenó a morir ahogado en el fondo de un océano.
A ese Diablo, o hijo del Diablo, no le importó el
hecho de que Yulenz había sido estudiante meritorio en el Liceo; menos, los planes que tenía de estudiar medicina en
la universidad. No le conmovió el dolor de Yulenz, ni su llanto, ni su miedo,
ni sus pedidos de clemencia. A ese Diablo, no le importó nada.
Ese Diablo sólo pensó en satisfacer sus ansias de
causar mal, de hacer daño, de esparcir dolor, tristeza, desesperanza, luto,
miedo…
Ese Diablo, o hijo del Diablo (En verdad, no sé),
anda suelto por ahí. Y, ¡peor aún!, quizás
está en mi barrio, o probablemente en el tuyo. ¡Quién sabe!
El muy desgraciado se pasea tan tranquilo por las
calles, con una sonrisa en los labios u ofreciendo a alguien un abrazo cordial.
A lo mejor hasta hace fiesta en su casa; se va de rumba con sus amistades,
otros diablos como él… Aunque, puede ser que no, que ese Diablo no oculte su
maldad tras una sonrisa, y en realidad ande por nuestras calles con su cara de
diablo, armado hasta los dientes y metiendo miedo a las gentes.
Su edad, como todo en él, es un misterio: puede ser
joven, maduro o viejo; a lo mejor es amarillo, blanco, mulato o negro; hombre o mujer; alto o
chiquito; tal vez sea rico, pero puede ser pobre o clase media; ateo o fiel
creyente (Sí, aunque te parezca raro). En fin, ¿quién sabe?; ¿o quizás sí, y
alguien sabe?
¿Cuántos Yulenz habrá matado ya? ¿A cuántos Yulenz
en el futuro matará? ¡Quién sabe! Y… a quién le importa?
Bueno, mientras no sea a mí, ni a mi familia o
amigos; o a cualquiera de los tuyos, ¡qué importa! Total, cuántos Yulenz no ha
habido hasta hoy y cuántos más no habrá en el porvenir.
Pero resulta y viene a ser, que ese Diablo no
discrimina objetivos. Su único interés
es saciar su sed de sangre y calmar su odio hacia la humanidad. Con él en las
calles, no hay seguridad.
¡Yo te maldigo, Diablo; vete al Infierno!
OPINIÓN: Es verdad. El Diablo
Reviewed by Emma Pérez
on
julio 16, 2014
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