POR RAFAEL MATOS FELIZ
Pasado
el período de las bullas navideñas y del nuevo año, vuelvo por mis fueros a
acometer sobre aspectos de la política y la socioeconomía vernácula nuestra.
Hoy le meto mano a eso que eufemísticamente se llama funcionario, pero que en
la mayoría de los casos son impostores e hipócritas de viejo cuño, haciéndose
pasar por personas distintas de las que son.
Empiezo
diciendo que esos impostores e hipócritas metidos a funcionarios pertenecen en
su mayoría a lo que se denomina “clase media” o “pequeña burguesía” (hay
excepciones). Este sector de clase, que no es una clase en sí ni para sí, es
muy propenso a hacer las diabluras más escalofriantes y criminales en contra de
la mayoría, con tal de sacar provechos personales, grupales o familiares.
La
pequeña burguesía es un sector de clase intermedio entre el proletariado y la
burguesía (de ahí lo de clase media), que intenta escalar hacia la burguesía
acumulando e incorporando mano de obra, pero padece la competencia desigual del
capital económico que la relega a una función marginal y la arruina, y corre
así el riesgo de proletarizarse.
Este
hecho impulsa a buena parte de los pequeños burgueses a “buscársela a como dé
lugar y donde sea” y que entiendan les es más fácil conseguir lo que
probablemente en buena lid, nunca conseguirían. De ahí, el narcotráfico, el
sicariato, la corrupción, el tráfico de influencias, la mafia, el tráfico de
personas. También, hay otros que ya han acumulado las riquezas y necesitan
mecanismos de impunidad o de inmunidad y entonces buscan funciones públicas que
les garanticen esos fines.
La
fuente predilecta y que es motivo de este comentario es engancharse a
“funcionario”. Para ello, los partidos políticos les sirven como trampolín
perfecto. Allí buscan sus otros iguales y “diseñan” la forma de cómo asaltar
una función, que en su perversa filosofía, le dará lo que tanto buscan, que
puede ser riqueza, poder, impunidad, inmunidad, etc., etc.
Es
muy difícil, por no decir imposible, que uno de estos personajes se quiera
poner el traje de funcionario para cumplir los roles definidos en la función
que busca, o para coadyuvar a la mejoría de la colectividad o para servirle al
país. No, desde que se montan en la “gurrupela” de una función, ya sea director,
ministro, legislador, alcalde, regidor, etc., inmediatamente se disponen a
traicionar la función para la cual, le han designado o elegido.
Se
convierten en impostores e hipócritas. Toman el puesto, el cual le han asignado,
para traicionarlo. Corrompen y se corrompen, roban y permiten robar, trafican
con los principios y los valores de las funciones públicas y lo peor de todo
eso, se quedan muy “tranquilos” y hasta se justifican y buscan a quienes les
justifiquen y les apoyen sus vagabunderías.
Todas
las instituciones, especialmente las públicas, tienen un reglamento o estatuto
orgánico que define con claridad meridiana los roles que debe desempeñar el
funcionario. Pero los impostores e hipócritas van a los puestos con sus normas
y estatutos preconcebidos, como son: estatuto “familiánico” (basado en las
costumbres de su particular familia), estatuto “amigónico” (basado en las
cherchas de sus amigos), estatuto “canchanchánico” (basado en las ventajas de
sus canchanchanes), estatuto “grupónico” (basado en los canes de su grupo),
estatuto “partidónico” (basado en violaciones del partido), en fin, nos estamos
gastando un tremendo grupo de impostores e hipócritas.
La
última cosa que a esos impostores les llega a la cabeza es que tienen una
“función pública”, lo que quiere decir, que se deben y deben actuar conforme al
interés colectivo, según lo reza y manda el cargo que han asaltado como
impostores, hipócritas y traidores.
Mi
recomendación final, en esta parte de este comentario, es que podemos descubrir
al impostor, hipócrita y traidor con antelación. Existen señales que son
inequívocas para detectar a esos depredadores del bien colectivo.
A
saber: sus historias pasadas a favor de la colectividad, ¿qué han hecho y qué
hacen ahora?; ¿quiénes son sus mejores aliados? (¿y estos qué han hecho por la
colectividad también?); ¿están comprando conciencia y prostituyendo para que
les apoyen?; ¿hacen mucha parafernalia con dinero y con el poder?; ¿tienen
algunas colas que les pueden pisar?; o simplemente lo que buscan es una función
pública para tener inmunidad y diferenciarse de los pobres pasándose por rico.
Veamos los síntomas para saber la enfermedad.
Volveremos
con el tema……
¿FUNCIONARIOS O IMPOSTORES E HIPOCRITAS?
Reviewed by Emma Pérez
on
enero 18, 2015
Rating: