
Aunque no se ha precisado a ciencia cierta, a quién se le ocurrió llamarles “indios” a los aborígenes o habitantes de las islas caribeñas, a la llegada del Almirante Cristóbal Colón, en sus respectivos viajes a partir del año 1,492; no obstante existir varias hipótesis, hay algo muy cierto y es que las condiciones en que estos vivían, y la forma en cómo se comportaban, era un indicador muy claro de que lo hacían entre la ignorancia y la inteligencia.
La ignorancia se expresaba en la falta de conocimientos de modales propios de la civilización (educación y conocimientos de prácticas diversas del ser instruido), pero tenían un alto sentido de la vida, ya que fueron capaces de repeler las acciones vandálicas e inhumanas que contra ellos, fueron cometidas por los invasores.
Ejemplos de heroísmo como lo demostraron Anacaona, Caonabo y el cacique Enriquillo, este último reconocido como el primer guerrillero del nuevo mundo.
Los diferentes gobiernos que ha tenido la República Dominicana en las ultimas décadas, se han aprovechado de esa dualidad conceptual, manteniendo como una línea de conducta las falsas promesas, la impunidad ante el descrédito público, ausencia de una línea programática, que establezca la continuidad del Estado, la compra de conciencia, expresión ésta con la que no estoy de acuerdo ya que la verdadera conciencia, donde existe, jamás se vende, entre otras aberraciones, que han llegado hasta la comisión de los llamados crímenes de Estado.
Nos hemos mantenido en un círculo vicioso en el que los que están en el poder, dicen que lo que hacen es bueno, mientras que dicen lo contrario, los que les adversan y cuando estos llegan al poder hacen lo que les parece, siempre con la posición contraria de los oponentes.
La triste realidad es, que al fin y al cabo terminan haciendo más de lo mismo, pero jamás actuando en consonancia con las reales necesidades de un pueblo, que ve cómo se desvanecen las posibilidades de solución a sus más acuciantes problemas, tales como: agua, energía eléctrica, viviendas sociales, educación adecuada o de calidad, control de la corrupción administrativa, la impunidad; entre otros males.
Lo peor de todo esto es, que en esta especie de jueguitos, se arruinan con el robo y la malversación, los recursos que paga el propio pueblo y que muchos sabemos que bien utilizados, serían suficientes para erradicar las principales carencias que se han convertido en males endémicos para la nación.
De qué progreso, avance o desarrollo estamos hablando, con un país que ocupa uno de los primeros lugares, pero en atraso educativo, según estudios realizados por organismos internacionales, donde se niegan las partidas presupuestarias legales al sistema educativo, donde se habla de un significativo atraso en un alto porcentaje, de maestros y maestras, con formación que deja mucho que desear, a pesar de que cuentan con avales académicos, en muchos casos abundantes.
En este último caso se agrega lamentablemente, la falta o ausencia de la vocación de servicios.
Mientras tanto, vemos a los candidatos y precandidatos de los diferentes partidos políticos, hablar de la educación, pero lo hacen de una manera tan olímpica y sin asumir ningún compromiso de manera objetiva, que cualquiera pudiera decir que ni siquiera ellos mismos se los creen.
¿No es un indigenismo, el hecho de que por cada funcionario que en el ejercicio de una función pública, se hace millonario o multimillonario de la noche a la mañana, se arruinan las posibilidades de veinte mil familias que ingresan a la pobreza extrema y ver además, cómo esto es apadrinado por las autoridades superiores, para las cuales, todo pasa como un caso más, pero nada más?
¿Tampoco lo es, ver cómo a un pueblo pobremente administrado como el nuestro, se le imponen más de veinte loterías diariamente?. Es cierto que las loterías producen riquezas, pero que solo favorecen a los dueños de Bancas, incluyendo al propio gobierno.
¿Y Cómo le podríamos llamar, al hecho de ver innumerables obras públicas tales como: Complejos habitacionales, Clínicas, Hospitales, Acueductos, carreteras y otras de no menor importancia, que fueron iniciadas por gobiernos anteriores, hace más de veinte años?
En nuestro país, se le llama “Democracia”, a la existencia de más de veinte partidos políticos, los cuales reciben por Ley, decenas de miles de millones de pesos los cuales malgastan, o dilapidan y que bien, el pueblo pudiera recibir en buenas inversiones, y esto pasa como si nada.
A veces nos limitamos a decir, que son los recursos del Estado, pero muchos ignoran que el Estado es el pueblo y que el pueblo somos las gentes que lo conformamos. Son nuestros recursos.
Vivimos entre el oscurantismo y la realidad, a pesar de los grandes logros obtenidos por las Universidades y Escuelas Técnicas Superiores especializadas, al profesionalizar a grandes cantidades de dominicanos y dominicanas.
Con mucho pesar, a veces escuchamos a personas decir y lo expresan como una paradoja, que a mayor crecimiento de la profesionalización, también han crecido la corrupción, el dolo, la delincuencia y la impunidad. Algunos hasta han llegado a decir que cuando los funcionarios eran menos instruidos, se robaba menos en el Estado.
Produce muchas penas, escuchar cosas como ésta, pero, ¿Nos atreveríamos a contradecirlo?
Por un lado, los políticos nos aseguran que serán la salvaguarda del país, y que todos los problemas serán resueltos en sus manos y por el otro lado, nos encontramos los indefensos que les seguimos la corriente, haciéndoles el favor de creerles y hasta de seguirlos.
Todo lo antes expresado, es por lo que creo que la gran diferencia entre los Aborígenes o indios del 1492, y los dominicanos y dominicanas de hoy, no es más que la indumentaria o vestimentas que es igual a decir “ropas”, con algunas excepciones.
El gran reto a partir de este momento, es seguir viviendo como indios o tratar de educarnos lo suficiente, para tratar de salir del círculo de la ignorancia, de la que muchos se aprovechan.
