Proteger a la familia dominicana

Por MARGARITA CEDEÑO DE FERNANDEZ

No puede existir la sociedad sin su núcleo, que es la familia. La familia como institución social y jurídica ha sido el sostén de las culturas y las civilizaciones. Sin importar la religión, la raza, las costumbres, la cultura o la condición económica, los seres humanos necesitamos la familia para existir plenamente. En el caso de una sociedad de arraigadas creencias como la nuestra, es aún más importante.

Los cambios culturales y económicos, así como los avances tecnológicos de la última década, han transformado la tradicional familia nuclear.

Desde el punto de vista sociológico y de las ciencias políticas y jurídicas, se impone analizar las estructuras, culturas y formas de comportamiento personal y social que se gestan al amparo de situaciones que afectan a las familias, como son la marginalidad, la pobreza, las situaciones de vulnerabilidad, la violencia, la delincuencia, la discapacidad, las brechas sociales, entre otras. Estas realidades representan un reto tanto para las mismas familias como para la sociedad y el Estado. 

En un Congreso sobre Derecho Familiar que se realizó en la UASD en el año 2009, afirmé que “La función de protección y de transmisión de valores del entorno familiar cobran hoy más importancia que nunca en sociedades caracterizadas por cambios tan acelerados y atomizados que requieren en las personas, una base sólida frente a los retos que plantea un mundo afectado por el exceso de individualismo y el relativismo.”

Siempre he hecho énfasis en que nuestro país tiene que retomar los valores y las costumbres que conforman las columnas de nuestra sociedad. Esos valores y esas costumbres se trabajan en la familia. Para ello se requiere la actualización urgente de las disposiciones legales. 

El hecho es que el entramado legal que protege a la familia dominicana no responde a la realidad de la sociedad en que vivimos. La mayor parte de las disposiciones datan del Código Napoléonico del siglo XIX. Las legislaciones penales de los últimos 20 años, han dejado de lado un enfoque de fortalecimiento de la familia, entre ellas el Código Procesal Penal, la legislación contra el narcotráfico, la legislación de protección a la mujer, a la juventud. 

Frente a la realidad de las familias, debemos dar respuestas desde el ámbito jurídico y también del estatal, a través de políticas públicas dirigidas a este sector. Es por esa razón que en el año 2004 se integró una Comisión para la elaboración de un Anteproyecto de Código de Familia, bajo la coordinación de quién escribe estas líneas. 

Someter al Congreso Nacional un Código de Familia es necesario para el fortalecimiento de la sociedad. Es una necesidad que el presidente Medina también ha considerado primordial para enfrentar los retos del país.

Se requiere una jurisdicción especializada para asuntos de familia, reglamentar los principios y normas del proceso familiar, abordar los aspectos procesales relacionados con los casos de familia, de forma que la Justicia pueda ser más accesible y asequible; cumpliendo así con su rol de justicia y protección.

El Código de Familia es una fuente para el fortalecimiento de la familia, del matrimonio y la unión marital reconocida; el cumplimiento de los padres de sus obligaciones con respecto a los hijos; la igualdad entre los hijos y el disfrute pleno de los derechos de todos los miembros de la familia, especialmente de los niños, niñas y adolescentes, todo esto unido a los avances científicos y sociales que están plasmados en este Código.

Las familias tienen el derecho a que la sociedad les proporcionen las condiciones morales, educativas, recreativas, sociales y económicas, que les permitan ejercer su función con madurez y responsabilidad.

Sófocles decía que el que es bueno en familia, es también buen ciudadano. Todas y todos tenemos un reto con promover y apoyar la institución familiar como cimiento de la construcción de ciudadanos y ciudadanas responsables que hagan realidad el sueño de una sociedad cimentada en los valores de la justicia, el desarrollo y la paz.