POR PETRA SAVIÑÓN
Lo último que debe perder un periodista es su capacidad de asombro. El ser humano que asume, que acepta impávido situaciones que de tanto repetirse ya son normales, anula ese instituto animal de luchar contra las injusticias. Más si está llamado a denunciarlas.
Tan comunes son las noticias de gente humilde afectada por un exceso de poder que incluye hasta la muerte, como cada vez más pequeños los espacios que les destinan en los medios.
Es obvio que la abundancia de atrocidades está ligada de manera muy íntima al desinterés mostrados por comunicadores y/o ejecutivos de canales de comunicación a hacerlas públicas.
Ante esto, puede esgrimirse el argumento de que no hay muchos espacios ni en los periódicos, ni en la radio ni en la televisión para la gran cantidad de noticias de índole tan diversa.
Es cierto que lidiar con la distribución del espacio es una tarea ardua, compleja, que implica colocar la mayor cantidad de información posible, por respeto al trabajo del periodista, que tantas fuentes diarias debe cubrir y por la equidad.
Pero es igual de verdad que priorizamos el declaracionismo, las opiniones sobre hechos tan espeluznantes como los siempre dudosos intercambios de disparos de la Policía con presuntos delincuentes, a los que después de muertos les sacan un prontuario de delitos tan largos que hace vacilar sobre la eficacia de ese cuerpo, que los permitió.
Normal, común, cotidiano y habitual son sinónimos que no equivalen a correcto, por eso es de suma importancia que tampoco sea normal, común, cotidiano ni habitual dar de lado a esas realidades que no concluyen con las muertes.
Hay alrededor un largo rosario de sufrimientos que pueden degenerar en un peligroso arsenal de resentimiento social y esa pasividad, indiferencia o lo que sea de la prensa lo engorda.
LA AUTORA es periodista. Reside en Santo Domingo.
Cuando la prensa pierde la capacidad de asombro
Reviewed by Emma Pérez
on
diciembre 17, 2016
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